Mientras los sonidos imperantes por ese entonces, correspondieron a conjuntos emparentados con «la nueva ola», eran unos cuantos quienes intentaban diferenciarse con algo distinto. Y esa diferencia denotaba mayor calidad de composición y de interpretación. El cantar en castellano y una imagen hippie, eran sello de nuevos aires, y del nacimiento del rock en Argentina. Tanguito, Los Gatos, Almendra, Manal y Vox Dei, fueron algunos de los que hicieron punta con ese cambio filosófico-musical. Pero una banda que apareció en un comienzo como soporte de Leonardo Favio, tomó peso propio y desarrolló un estilo. Allá por 1970, varios músicos de indudable creatividad, se lanzaron a reconocer el camino del jazz y del rock. Algo que hasta ese entonces no era común para el medio local. Pronto, Bernardo Baraj (vientos), Juan Barrueco (guitarra), Carlos Mellino (teclados y voz), Carlos Villalba (bajo), Alberto Hualde (batería) y Mario Salvador (trompeta) debutaron en el Teatro Opera un domingo por la mañana. El rock por ese entonces no era bien visto, y los horarios eran acordes con ese pensamiento. Se solían organizar ciclos por donde pasaron casi todos los «grandes» del momento. Alma y Vida fue sinónimo de buena música, cercana al jazz, donde prevalecieron los vientos, la calidad interpretativa y la personal voz de Mellino. Participaron en dos ediciones de B.A. Rock con éxito y fueron incorporándose a medios masivos de comunicación como radio y televisión. Así, llegaron a mostrar con mayor alcance su propuesta, que a esa altura era respetada por público y crítica. Con cinco trabajos discográficos dieron muestra de su evolución. Ellos fueron «Alma y Vida» (1971), «Volumen II» (1972), «Del gemido de un gorrión» (1973), «Volumen IV» (1974), y «Volumen V» (1976). Un cambio en la formación fue el de Gustavo Moretto en vientos y teclados por Salvador. Participó en la grabación de la mayoría de los discos, pero en 1975 resolvió retirarse para conformar Alas. Mientras, Alma y Vida grababa su último LP, para unos meses después disolverse ante la partida del grupo de Mellino. Atrás quedaba la etapa de una banda que vale la pena volver a escuchar. Para rescatar la poesía de sus letras, una mirada personal sobre el mundo, y música armoniosa, de sonidos ajustados. Es que, todo tiempo pasado no fue mejor. Aunque hay razones para recordar varios ejemplos que nos harían bien a todos. Y en el país como en la música, existe la misma necesidad, hacer las cosas bien, hacerlas con Alma y Vida.
Ricardo Debeljuh