No hay fórmulas en la música. Así, en el escenario como en la vida. Porque si bien identificamos naturalmente un riff con el rock, a veces olvidamos rescatar y reconocer otros instrumentos que suman sonidos. Desde siempre, la guitarra fue la que copó la escena. El bajo y la batería, mantuvieron su espacio como base de los grupos. La voz fue quien marcó algo personal en cada tema. Los coros, adornaron cada presentación.
Al igual que las luces, el teatro o el estadio que fue anfitrión de cientos de almas, entre idílicas, bohemias y hasta ingenuas. A medida que el fenómeno del rock nacional fue creciendo, la incorporación de nuevas ideas fue emergiendo. Así, la novedad fue, la incorporación de instrumentos no convencionales, hasta el momento.
Uno de los que recuerdo con mayor entusiasmo, por especial y hasta por su particular sonido, ha sido el violín. Y en nuestro rock, tiene nombre y apellido: Jorge Pischevsky. Mezcla de innovador y de quijote eléctrico, supo encontrar un lugar privilegiado en la primera etapa de crecimiento musical del movimiento nacional. Acompañó y enriqueció una banda legendaria, la de Billy Bond y La Pesada. Participó de una cruzada que, a la distancia, ejerció la lucha y la rebeldía a través de sus temas. Y además, contó con músicos que se destacaron individualmente como reales virtuosos. En ese marco, Jorge sumó un estilo distinto.
Por cierto, otros lograron trascender con una armónica, por ejemplo. León Gieco, es sin duda, el más fiel ejemplo. Acompañó su voz y su guitarra, con el sonido de un elemento no usual hasta entonces. Supo combinar con dosis acertadas, para generar temas delicados y profundos.
El mayor exponente de la década “del 70”, en cuestión ”vientos” fue Nito Mestre. La flauta traversa, identificó como un sello, cada interpretación de Sui Géneris. Congenió perfectamente entre los versos, la armonía y la calidez, proveniente de las voces más populares del folk-rock nacional. Pero si alguien no podía faltar como invitado, con un sonido representativo de Buenos Aires, ese era el bandoneón. Típico del dos por cuatro, consiguió entremezclarse a través del grupo Alas de Gustavo Moretto, allá por “el 76”. Un aire ciudadano comenzó a transitar por los oídos de los jóvenes, ávidos por nuevos sonidos. Invisible, comandado por el Flaco Spinetta, contó en temas como “Las golondrinas de Plaza de Mayo”, con el aporte de Mosalini o de Rodolfo Mederos. Un lujo, casi irrepetible.
Muchos fueron los que sonaron dentro de una música destinada a crear, soñar, distraerse y pensar. Muchos se destacaron con elementos no habituales. Y claro que no alcanzan estas líneas para mostrarlos a todos. Pero es indiscutible que la combinación de esta acuarela musical, nos dio más de una muestra de calidad. Con acordes provenientes del corazón.
me encanta esta pagina trae mucha informacion la amo